En 1988, después de habérsele diagnosticado la enfermedad de Parkinson a los 38 años, Carlos decidió que su vida no había terminado, sino que solo era el principio de una nueva vida. A pesar de sus síntomas de lentitud de movimiento, pérdida de equilibrio y cambios en el habla, Carlos mantuvo su optimismo. Mientras buscaba un tratamiento eficaz, Carlos se negó a permitir que la enfermedad de Parkinson tomara el control de su vida, afirmando: “La enfermedad de Parkinson puede ser difícil, pero solo si dejas que te controle.”